jueves, 13 de enero de 2011
Hola bonito. Carlos Valenzuela
El vértice en que despuntaba el sol a esa hora era suyo. El picor en la nariz de las
colinas dulces era suyo. El refresco en sus piernas, la trastienda del sendero, el sol
mismo, todo se hacía parte de su trazo desde esa hora fecunda. Ella, en la rivera de
noche plutónica, abrazaba su nuevo hogar con cada pulsión de su cuerpo.
El bus que la trajo cerró sus puertas y se fue, esperaba ella sin volver, que lo último
que sintiera de Santiago fuera el polvo en sus talones que el bus levantó.
-Hola bonito - dijo, ambos sonrieron.
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